Cada miércoles es una fiesta. Temprano por la ma?ana recibo el llamado que me cuenta qué auto me traerán para la semana. Y cada vez, siento una transitoria tristeza por tener que despedirme del que se va. Es casi como una nostalgia que se acurruca en mi corazón y dura hasta que veo el siguiente vehículo que llega a mi vida. Y entonces, generalmente, se aplica aquella frase que decían en mi pueblo: “Cuando hay santo nuevo, el viejo no hace milagros”.
Pero hace poco tuve un auto que se fue y dejó un vacío que no he logrado llenar. Lo pienso con frecuencia. Creo que sufro de mal de amores… (más…)